CONSTELACIÓN DE CÁNCER |
Un argomante nunca
confunde el vigor de los músculos con el fuego de la pasión. Para él, el abrazo
del cuerpo amado significa siempre un viaje a lo ignoto. Muy bien lo supo aquel
amante que, en el camino de la caricia, descubrió que la conjunción de la
belleza y la perfección se traducía en una clara línea euclidiana entre las
piernas de la amada. Embargado por la admiración y el deseo desbrozó entonces el
vello de Afrodita sin imaginar que al hacerlo, al sur de la constelación del
Lince, en el mismo corazón de la constelación de Cáncer, hallaría el cúmulo
abierto de la Colmena, cuyo panal rezuma la miel que el argomante del León no
se resistió a libar. Tampoco imaginó que con esa pulsión de los sentidos
excitaría los neutrones del púlsar de la Nebulosa del Cangrejo, la puerta constelar,
por donde pasan las almas que desean un cuerpo para nacer y ser.
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