CONSTELACIÓN DE PISCIS |
Un día, cierto amante
navegó por la espalda de su amada y, cuando el pez, exhausto, agonizaba
boqueando de deseo, un respingo del cuerpo amado le abrió el desfiladero de las
nalgas. Atravesó el pasaje de Tauro, que marca el límite de los hemisferios, y
salió en el mar constelar de Piscis donde brillaban millones de peces albinos
bajo dos estrellas colgadas de una cuerda. En ese instante, un cataclismo de
horas y carne sacudió el cuerpo de la amante, quien asistió al orto y ocaso de
mil soles y al nacimiento de lampos que siguen desde entonces la dirección
futura hasta el fin de los tiempos. Llorando de gozo y dolor, ella comprendió
que, aunque lo intentara, ya le sería imposible olvidar al argomante.
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