La escritura realista -la crónica, el testimonio, el costumbrismo- está invalidada para describir la realidad en toda su complejidad. Lo que esta escritura describe no es la realidad. Es semejanza condicionada por nuestra experiencia. A veces atravesada por un error o un equívoco. Si escribimos «Una mujer coge una naranja en el puesto de frutas del mercado» no descubrimos ninguna realidad. Apenas un gesto. O la apariencia de un gesto. Sólo cuando volvemos los ojos a nuestro interior y descubrimos quienes somos es que podemos acceder a la realidad y registrar el gesto de la mujer que coge una naranja en el puesto de fruta del mercado y a través de éste percibir sus emociones, sueños, ambiciones y casi todo lo que concierna a su vida. Porque en ese instante habremos atravesado el «bosque de signos» y construido la realidad simbólica que subyace bajo la realidad aparente.
[Del Cuaderno de notas de Manuel T.]
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