En el sur, bajo la violenta luz del verano, miro la flor y el colibrí que la ronda. Al cabo de un instante, mientras una abeja liba la rosa, mi madre alza la vista hacia el cielo vaciado de nubes y pájaros. Ni la más ligera brisa altera la quietud de la tarde hasta que su voz, casi inaudible, atraviesa el espacio hueco. ¿Ve? No hay pájaros -dice-, en el cielo no hay pájaros, porque el sol es muy fuerte, por eso. Y lo será más aún y lo quemará todo, tanto que los metales que hay debajo de la tierra se licuarán y, cuando se hayan derretido del todo, empezarán los terremotos. Esto es lo que pasará.
Su mirada abarca el cielo. La mía ha caído sobre una pareja de gorriones que, dando saltitos, picotea la tierra.
Del Cuaderno de notas de Manuel T.
4 comentarios:
Las premoniciones ocupan, muchas veces, un lugar mucho más solido que la realidad en la percepción del mundo. Pero las has contrastado con tanta delicadeza...
Carlos
El Toro
Tienes razón Carlos, las premoniciones son parte esencial en "la percepción del mundo", y en poesía y narrativa aprendimos a usarlas desde que Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, etc., nos abrieron las ventanas de las correspondencias.
Gracias por tu comentario.
Que belleza... justamente de ahí provengo, del Sur en donde los metales duros y licuados esperan y sangran bajo tierra..
ya estoy de regreso por acá, un abrazo querido Antonio!
Natalie
A veces los ancianos tienen visiones que los poetas confunden con espejismos ¡Un fuerte abrazo de bienvenida querida Natalie!
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