«No es preciso volver a la infancia para disfrutar de la honda, rumorosa voz de las caracolas», escribe Mario Satz en ese original y bello libro titulado El ábaco de las especies. No es caprichosa la cita de un ensayo para hablar de él como poeta, porque sólo el lenguaje de los poetas prevalece más allá de las formas y los géneros de la escritura.
Nacido en Pringles, pequeña ciudad de la provincia argentina de Buenos Aires, este poeta de condición judía abre su mirada a la nostalgia del paisaje y sus poros a la naturaleza del amor. Y son estos dos elementos los que hallamos en Ingrávida vida, un cuaderno de poemas inédito del que he cogido el titulado Emblemas vegetales para recrearlo en Azahar y ciruelo.
1 comentario:
¡Qué belleza y armonía, qué dulzura y hondura! Espledor y simplicidad. Me dejó con un sabor y aroma indescriptibles.
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