Entre el silencio y el sonido hay un vínculo original que nunca desaparece del todo. Entre uno y otro late una tensión polar de la que surgen la música y la palabra; también el ruido que llena el mundo. La confusión.
El silencio no es vacío. Tampoco ausencia. El silencio es energía, fuerza muda del tiempo. El sonido -la voz humana, los ruidos de la naturaleza y del obrar humano, incluso sus excrecencias- es pálpito fugaz de la vida que el silencio en su fluir denota y atrae.En los aledaños del silencio, el sonido -la materia- reconoce en la irresistible fuerza que lo atrae algo de su propia esencia. En esa frontera al borde del abismo, el sonido afronta la atracción sujeto a la vida y, en tensión con el espíritu -chispa de silencio que anima la carne-, nos revela el conocimiento, la belleza, las formas perecederas de la plenitud; en esa pausa mínima y peligrosa, el sonido estalla en notas y palabras y al estallar asistimos al soberbio espectáculo de las notas y palabras que, como estrellas fugaces, se pierden en lo hondo del silencio, y de las otras que resisten la atracción y, despojadas y desnudas, nítidas y brillantes en su esencial significado, modulan armonías que evocan el misterio de lo creado, la secreta noción que funde el tiempo y la materia.
El silencio no es vacío. Tampoco ausencia. El silencio es energía, fuerza muda del tiempo. El sonido -la voz humana, los ruidos de la naturaleza y del obrar humano, incluso sus excrecencias- es pálpito fugaz de la vida que el silencio en su fluir denota y atrae.En los aledaños del silencio, el sonido -la materia- reconoce en la irresistible fuerza que lo atrae algo de su propia esencia. En esa frontera al borde del abismo, el sonido afronta la atracción sujeto a la vida y, en tensión con el espíritu -chispa de silencio que anima la carne-, nos revela el conocimiento, la belleza, las formas perecederas de la plenitud; en esa pausa mínima y peligrosa, el sonido estalla en notas y palabras y al estallar asistimos al soberbio espectáculo de las notas y palabras que, como estrellas fugaces, se pierden en lo hondo del silencio, y de las otras que resisten la atracción y, despojadas y desnudas, nítidas y brillantes en su esencial significado, modulan armonías que evocan el misterio de lo creado, la secreta noción que funde el tiempo y la materia.
[Texto: Fragmento del Cuaderno de notas de Manuel T. * Imagen: A.T. leyendo en casa de Carlos Baldassarre, autor de la fotografía. 1968]
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