Un reverbero de carne y horas anuncia el éxodo.
las almas, asidas con los dientes, cuelgan del aire,
mientras un hilo de luces ovilla las calles;
anuda las gargantas.
Llueve y la lluvia anima las almas al olvido.
No hay repuesta. Sin justicia, la noche avanza.
El orden de los dioses corrige los sueños y al alba,
cuando la ciudad cae por su propio reflejo,
las almas se desvanecen y un rumor de estrellas
poluciona el vacío.
De Sílabas de arena (Candaya, 2004)
No hay comentarios:
Publicar un comentario