El poeta tiene un pacto tácito y ha de tener un compromiso ineludible con la ciudadanía. No digo pueblo, porque es una voz desprestigiada por el populismo. El pacto y el compromiso no lo obligan a rebajar su voz sino a hacerla oír en los diferentes registros que exigen la poesía y la civis.
Ante la situación de crisis económica, política y ética que viven los ciudadanos; ante el abuso del poder económico-financiero, la malversación de las palabras ejercidas desde tales centros de poder y el radical menosprecio a la actividad cultural y la creación artística, el poeta tiene la obligación de adherirse a la huelga convocada en Europa. No ha de hacerlo por las confusas reivindicaciones que cada grupo o sindicato proclama, sino para luchar contra la tiranía de un sistema inhumano, que sume en la miseria a millones de ciudadanos, doblega y corrompe su voluntad y desdice el sentido de las palabras sembrando la confusión.
Para el poeta comprometido no se trata de hacer una romántica y metafórica huelga de versos caídos, sino de apoyar la huelga convocada actuando para romper esa inmovilidad que permite al poder sustraer los derechos y el bienestar de la ciudadanía.