La mayoría de los escritores contemporáneos seducida por la proyección social que brinda la industria editorial parece no darse cuenta de la trampa que comporta la fidelidad al modelo realista. Esta forma, acaso idónea para las condiciones de la primera mitad del siglo XIX, ya no puede expresar la complejidad de la sociedad actual y mucho menos la de la realidad del ser humano y del mundo. La reivindicación del argumento como esqueleto de la historia sería tan ridícula como reivindicar la cuaderna vía, si no fuese porque en la reivindicación del argumento se asienta el orden represivo del sistema. No sin ingenuidad, muchos escritores se presentan como defensores de la libertad y al mismo tiempo escriben contra ella. Lo hacen exponiendo una historia concluida a la que el lector accede como un agente pasivo siguiendo paso a paso el argumento sin poder entrar en otras realidades que la misma historia narrada puede contener. El escritor utiliza en estos casos su poder creador para dominar al lector y someterlo a sus propias argumentaciones acerca de la realidad, sin percatarse de que imita el modelo represivo del sistema. El escritor ignora, real o aparentemente, que este modelo estético no es una vía de liberación sino de perpetuación del sistema. [Fragmento del Cuaderno de notas de Manuel T.* Foto: A.T.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario