Una tarde, después de haber caminado hasta el agotamiento por los idénticos pasajes del laberinto, caí y sentí el frío del suelo en el rostro. Al cabo, mis ojos descubrieron el pulular de diminutos insectos, gusanos y otros seres adaptados a la esterilidad de la piedra. Para ellos parecía no haber semejanzas en el universo, todo era distinto y único, y su fragorosa exploración alimenticia los justificaba en su existencia. Incluso los signos devorándose entre sí en los intersticios del muro eran parte de la misma actividad. Apilé entonces unas piedras sueltas y no sin dificultad trepé y lo que vi desde lo alto fue, quizás como ellos, un paisaje incomprensible extendiéndose entre el alba y el ocaso.
[Del Cuaderno de notas de Manuel T. ]
2 comentarios:
Antonio:
He recorrido tus bitácoras y he querido dejar constancia de ello, precisamente en esta entrada que hablas del laberinto.
Soy el coordinador de un colectivo de escritores llamado El Laberinto de Ariadna y el 24 de octubre pasado estuvo con nosotros nuestro admirado José Luis Giménez-Frontín en el que sería, realmente, su último acto público.
Puedes ver las fotografías en nuestra dirección de red: http://www.ariadna-web.org
Reconozco mi ignorancia, pero a pesar de que había oído hablar de ti, no había leído nada tuyo. Sólo decirte que me han emocionado tus poemas y ahora, como tantas veces, la blogosfera sirve de insustituible instrumento para unir sensibilidades.
Me gustaría que nos conocieras y, si puede ser, una tarde, compartieras con nosotros tus versos.
Un fuerte abrazo.
Gracias Felipe por tu visita. Ya tuve la oportunidad de oírte junto a Raimon durante las Jornadas poéticas de la ACEC.
Con mucho gusto acepto tu invitación para conocer el Laberinto. Abrazos. A.T.
p.d. Tus inventarios de silencio están enlazados a este canal.
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