lunes, 31 de octubre de 2016

EDGAR DEGAS, "La violación"


Esta "pintura de género", como llamaba Degas a este cuadro originalmente llamado "Interior", es una de las escenas más dramáticas recreadas por el pintor. 
"[...] Degas ha organizado esta escena íntima en un espacio asfixiante de tonalidades rojizas, en el que ha dispuesto en diagonal la cama, la alfombra sobre el suelo y hasta la mirada del hombre sobre la mujer.
Si bien esta perspectiva se inscribe dentro de lo "clásico", Degas sostiene toda la composición desde la luz que emana de la lámpara, y sobre cuya proyección se organizan los elementos de la pintura, dividiendo la tela en dos zonas diferenciadas, Así, la joven está en la zona más iluminada, mientras que el hombre está casi en penumbras; las tonalidades rojizas -suelo, reflejos del fuego en el espejo- contribuyen a la carga de dramática emotividad y violencia que contiene la escena".
Fragmento de Degás (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "Las planchadoras"


Del mismo modo que Degas se aproxima al mundo de las bailarinas lo hace al de las planchadoras, uno de los oficios de servicio que ha popularizado la sociedad industrial. En este cuadro,todo el ambiente está dominado por los tonos azules con notas blancas, verdes, rosas y marrones con los que Degas reproduce el ambiente húmedo y caldeado por la estufa con la que se seca la ropa que cuelga al fondo, y el vapor de las planchas.
Con una composición en diagonal Degas ha dispuesto a dos planchadoras. La mujer pelirroja y con un pañuelo ocre sobre la blusa del primer plano bosteza y se despereza, cogiéndose el cuello con una mano, mientras que con la otra sujeta una botella, que tanto puede ser de agua, como de vino. A su lado, la otra mujer se afana -con dos manos sobre la plancha y su cuerpo echado hacia adelante- en alisar las arrugas. Entre ambas, un pequeño recipiente de agua, que utilizan para asperjar las ropas, sirve como complemento de equilibrio compositivo de una escena concentrada en un juego de tensión y distensión jugado por dos personajes que encarnan aquí el esfuerzo y el trabajo de las clases populares en el contexto de la vida moderna urbana.
[...] No obstante la crudeza con que el pintor se aproxima a esta realidad social, el dibujo de los rostros y brazos de las planchadoras y las pinceladas sueltas del resto, la delicadeza de los colores empleados y la armonía entre los tonos, tienen a atenuar el impacto y desplazar la idea de belleza del modelo a la pintura misma. [...] Las líneas verticales del fondo y la diagonal que marca la mesa de trabajo apoyan la contundencia de las mujeres, en las que Degas subraya magistralmente la verticalidad de sus cuerpos en una simbiosis que busca, y consigue, acentuar el carácter realista que domina la escena.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "Mademoiselle Lala en el circo Fernando"


Según Degas, la belleza y la realidad han de conformar plásticamente una unidad natural, para que la mirada del artista trascienda las apariencias de lo cotidiano. Esta concepción estética le permitió hacer de este cuadro una obra original y conmovedora.
Degas, fascinado por la estructura arquitectónica del circo Fernando y por el espectáculo de Lala, una mulata de poderosa dentadura, cuyo número principal consistía en morder una cadena atada a un cañón que era disparado. Sin embargo, Degas prefirió pintarla en otro espectáculo en el que se hacía izar hasta el techo asida a una cuerda con los dientes.
Esta extraordinaria demostración de fuerza es la que buscó reflejar y, prescindiendo del público y del colorido entorno circense, dejando sólo las líneas y molduras de vigas y ventanas de la cúpula, retrata a Lala durante su elevación.
El cuerpo tenso y suspendido de la artista visto desde abajo y sin referencias del suelo ofrece al espectador un impresionante escorzo.
Los colores claros del vestido y las zapatillas establecen un vigoroso juego cromático con los rojos de las paredes y los verdes de las vigas. Pocas veces en un cuadro coinciden con tanta plenitud la lucha física de su protagonista y la lucha del pintor con los colores; pocas veces una composición tan calculada se funde tan completamente con lo que de eterno tiene la fugacidad; pocas veces un artista ha sido capaz de fragmentar y capturar el continuun del movimiento y determinar con él la sustancia de la realidad en el cuadro.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "La estrella"


Esta obra, pintada con distintas tonalidades al pastel, se considera una de las más bellas de la serie que el pintor dedicó a las bailarinas.
El espectador está situado tácitamente en un palco del proscenio, por lo que su punto de vista hacia la bailarina es en picaso y oblicuo. El encuadre asimétrico "selecciona" a la joven que baila sola en el centro del escenario, cuyo borde no se ve, situándola compositivamente desplazada a la derecha y dejando un espacio vacío entre ella y el espectador.
La sabia disposiicón que crea Degas establece dos planos completamente diferentes unidos por la figura de la bailarina y la pose que ejecuta; el vacío del escenario que aisla la figura y el fondo, abigarrado de formas en tonos cálidos. Detrás, las otras bailarinas parecen descansar, mientras un hombre la observa. El vínculo entre la bailarina y el caballero se deduce de un detalle tan sutil como significativo: la cinta que la muchacha lleva al cuello y que ondula en el aire en dirección al hombre es del mismo color del traje que él viste.
{...] El pintor presenta a la bailarina tras ejecutar, correctamente, un arabesco, según se infiere del adelantamiento de la pierna de apoyo, la posición del tronco, la inclinación de la cabeza, la extensión de los brazos y la otra pierna, que permanece oculta por la perspectiva, pero que se supone alzada para mantener el tembloroso equilibrio [...].
Asimismo, la vaporización lumínica del tutú contribuye a reforzar la impresión de fugacidad del movimiento [...]. A esta impresión tampoco es ajena la diagonalidad compositiva, que confiere a la figura una latente inestabilidad de movimiento capturado, pero no detenido.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "En el café / El ajenjo"


Esta es una de las obras más populares y significativas de Degas por la agudeza con que su mirrada descubre el rostro de la alienación social en la vida moderna.
En este lienzo, el pintor contó con la colaboración de la actriz Ellen Andrée y de su amigo, el crítico de arte Marcellin Desboutin para recrear el interior del café La Nouvelle Athènes, donde, desde 1870, se reunían poetas y pintores impresionistas.
La degustación de la fée verte -"hada verde"-, como se le llamaba al ajenjo en la jerga popular, se convierte en un ritual que supone la aceptación de la autodestrucción. En este sentido, Degas no pinta aquí a dos seres embriagados, sino que retrata el proceso de la lenta y solitaria absorción de la bebida, de la cual ambos esperan la curación de su malestar existencial.
[...] La naturalidad de la escena es fruto de una muy meditada organización del espacio, estructurado en zig zag a partir de un enfoque fotográfico y de la doble perspectiva del arte japonés. Situado por Degas a la izquierda, el espectador, como si fuese un cliente sentado que está fuera del cuadro, tiene una visión desde arriba de las mesas y frontal de los personajes, de modo que la múltiple perspectiva da una original tensión a la escena.
[...] No obstante la proximidad de los personajes, el ensimismamiento mórbido de ambos, no permite saber si tienen algún tipo de relación o simplemente son dos parroquianos a quienes han reunido el desamparo y el alcohol. Sin embargo, están juntos, pues como el hombre acapara casi toda la mesa, ella ocupa un mínimo de la misma y ha debido poner la jarra de agua en la mesa contigua que nadie ocupa. Ella tiene tiene los hombros y los brazos caídos, sus piernas separadas y su pie izquierdo rozando el del hombre. En esta magistral composición, Degas desplaza a los personajes a la derecha dejando espacios vacíos y seccionando la mano y la pipa del hombre, para crear una sensación de desequilibrio que se corresponde [...] a la idea de desamparo y desorientación de los personajes, como sugieren sus sombras reflejadas en el espejo. [...]
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "Lección de danza"


Otra obra maestra en la que Degas "transforma el movimiento en un sistema de formas de movimiento al que aborda desde todos los ángulos posibles. El pintor reúne aquí a una veintena de bailarinas y a un grupo de madres en una clase de danza en una sala del Teatro de la Ópera.
El grupo se distribuye formando un semicírculo irregular alrededor de Jules Perrot, el famoso profesor de danza introducido posteriormente por el pintor. Algunas de las bailarinas parecen escuchar sus consejos e indicaciones, pero la mayoría ensaya algunos pasos. Hablan entre ellas, descansan, miran distraídas o se rascan la espalda, como la que está sentada sobre el piano a la izquierda (incluso un perro olfatea la pierna de una de ellas). Las madres, situadas al fondo, miran atentas lo que hacen sus hijas.
La calculada composición del cuadro permite que el observador individualice a las bailarinas y las vea en distintas posturas y gestos, percibiendo la ilusión de una dinámica sensación de movimiento dentro del cuadro. Asimismo, los gestos y actitudes de cada bailarina se integran y armonizan para dar la impresión de conjunto de la clase de danza.
La precisa distribución de las bailarinas en el espacio frente al maestro Perrot, remarcado por las líneas diagonales del suelo, el punto de vista ligeramente elevado y la luz lateral contribuyen a dar al cuadro una magnífica idea de profundidad. Asimismo la luz penetra por un ventanal situado a la derecha y que se refleja en el espejo dejando ver el cielo de la ciudad fuera del cuadro, ilumina la zona central de la sala. Esta luz, al vaporizar el blanco de los vestidos de las bailarinas y exaltar los colores de sus cintas y lazos, difumina los entornos de las figuras creando una sensación atmosférica que aúna estética y realidad".
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "Ensayo de un ballet en el escenario"


Este cuadro, en el que Degas utiliza grisalla monocromática, pertenece a una serie dedicada a los ensayos de ballet sobre el escenario.
Situado en un palco a la izquierda, Degas muestra una panorámica del escenario donde un grupo de bailarinas dispuesto a ensayar espera al director. Un hombre, acaso uno de esos magnates que acuden al "mercado de muchachas", sentado a horcajadas en una silla, observa sus evoluciones. La eficaz distribución de los personajes y el movimiento de sus figuras, captadas en diversas posiciones, da lugar a una visión que valora los distintos elementos del cuadro y propicia su perspectiva profunda.
Es evidente que aquí Degas se concentra en la atmósfera de la escena, como lo demuestra el uso de la luz artificial. El haz lumínico de unos focos invisibles -"el encanto está en no mostrar la fuente de luz sino el efecto de la luz", afirmaba- da de pleno en el borde del escenario creando un plano contrastado con el fondo de sombras del mismo. Asimismo, la luz al refractarse ilumina desde abajo a las bailarinas y provoca un efecto vaporoso en sus vestidos. Los retoques que Degas realizaba en sus cuadros se ven en las huellas de unas piernas a la izquierda y de un hombre sentado en una pilastra a la derecha.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "Mujer sentada / Mujer del jarrón"


En este retrato, el "ojo fotográfico" de Degas descubre al espectador una bella joven morena.La composición es en cierto modo asfixiante para la retratada y para el espectador que la observa; la joven aparece arrinconada entre la pared de fondo neutro, y la mesa y sus adornos de colores densos. Sólo la luz natural de una ventana situada fuera del campo visual informa de una vía de escape, a la que ella no mira, dado que Estelle Musson, la modelo, se estaba quedando ciega. Esta luz rompe con la densidad de las sombras interiores e ilumina a la joven, en una composición organizada en torno a líneas verticales que ordenan la distribución de los elementos, cuyo nexo más evidente es el espacio que comparten y la iluminación que reciben.
Aunque el jarrón aparece en primer plano es la figura de la mujer la que se impone. El rostro de la muchacha, cuya mitad se halla en penumbra, con su resignada melancolía en la mirada, establece con la planta de flores rojas y hojas verdes y carnosas un secreto diálogo sobre su realidad: dos hijos pequeños y un tercero que llegará dentro de pocos meses y a quien no podrá ver. Quizás por ello Degas emplea una sabia combinación de colores: cálidos para la joven y fríos para el jarrón y el resto de elementos que aparecen en primer plano y, aunque cercanos en la distancia, están muy lejos del pensamiento de Estelle Musson.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "El desfile"


En esta obra, también llamada "Caballos ante las gradas", Degas se centra en el juego de luces y sombras y en el estrecho vínculo entre el movimiento y la luz. En lo que de eterno tiene la fugacidad.
Con un encuadre fotográfico que deja fuera del campo visual la cabeza del primer caballo situado a la derecha del cuadro, el pintor capta y guarda en la retina para el observador un fragmento de realidad.
Mientras por la derecha los caballos se muestran gradualmente nerviosos a medida que se alejan del primer plano, efecto acentuado por el caballo del fondo, por la izquierda un jockey parece "desfilar" tranquilamente frente a la grada de los espectadores.
Aparentemente espontánea, la composición se asienta en un riguroso uso de la perspectiva clásica, en la que las sombras borrosas de los caballos y sus monturas se alargan como en fuga hacia el espectador. En las gradas, las sombrillas actúan como focos luminosos que marcan la frontera entre las zonas de sombra y la brillante luminosidad de la pista; los colores más cálidos y muy diluidos favorecen la ilusión de luz, mientras que el humo de las chimeneas delata el movimiento de la brisa.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "La familia Bellelli"

Este cuadro de sus parientes, el barón Gustavo Bellelli, su tía Laura y sus primas Giovanna y Giulia constituye una de sus primeras obras maestras y un manifiesto estético.
Aunque formalmente representa una típica familia burguesa, Degas va más allá "a través de una prodigiosa composición para narrar la historia familiar y la vida interior de sus miembros.
La profundidad del ambiente la consigue, por una parte, empleando la luz proveniente de una ventana que se expande gracias a un espejo, y, por otra, a una paleta que combina magistralmente los colores fríos y cálidos. Cabe observar que las mujeres, rigurosamente vestidas de luto por la reciente muerte del abuelo René de Gas, cuyo retrato se halla en la pared, forman un grupo separado del hombre. Éste, a un lado del cuadro, aparece sentado de espaldas al observador, aislado y dominando con su mirada al grupo. Por su parte la esposa, embarazada y de pie, no cruza la mirada con su marido. Su indiferencia y su altivez expresan el distanciamiento afectivo de la pareja y, al mismo tiempo, el poder que se prolonga en sus hijas.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".

EDGAR DEGAS, "La tina"



La serie que Edgar Degas dedicó al desnudo femenino revolucionó el género y causó escándalo en el público y en la crítica más conservadora de su época.
Pero su aproximación carecía de cualquier connotación moral o sentimental y la impudicia de la que se lo acusaba no estaba en el cuadro sino en la mirada del observador. "Hasta el presente -decía- el desnudo ha sido representado siempre en poses que suponen un público.(...) Ésta de aquí se está lavando los pies, tal como usted la vería si mirara a través del ojo de la cerradura".
Desde este punto de vista, el cuerpo femenino no constituía un preconcepto de belleza, como lo consagraban los cánones plásticos tradicionales. Para él la belleza no estaba en los modelos sino en la pintura como tal.
En "La tina", el espectador observa cómo un mirón a la mujer bañándose en un "tab", especie de bañera metálica baja de origen inglés, a través de un presunto agujero en el techo, mientras la luz penetra desde un punto fuera del campo visual e ilumina todo el baño provocando tenues sombras en el cuerpo de la mujer y en el resto de la estancia, todo lo cual, incluidos la postura, los tonos, los objetos y la composición generaba una gran incomodidad en el espectador burgués biempensante de la época.
Fragmento de "Degás" (Sol 90, 2008), de Antonio Tello, perteneciente a la colección "Grandes maestros de la pintura".