domingo, 8 de noviembre de 2009

SOBRE LA CORRECCIÓN DEL TEXTO

Ayer por la tarde el corrector dio por acabada su tarea. Lo hizo por agotamiento antes que por certeza, porque sabe que siempre encontrará erratas a pesar de las repetidas lecturas. El corrector tiene la sensación de que el texto es un laberinto donde ellas, las erratas, juegan a sembrar la duda en quien se interne en él. Son como minotauros traviesos que, apenas la vista ha pasado por una línea, alteran sus palabras o frases, les cambian letras o signos, las separan, juntan o cortan dejando solitarias e indiscretas viudas y hasta trastocan capitales, números y géneros, cuando no dejan entre párrafos cuerpos de letras extraños. Y así, por más que el corrector recorra los pasajes del texto con la seguridad que le da el hilo de su experiencia, el Minotauro, al hacerse visible, le enseña que quien pasó no es él, sino el otro que fue. Un torpe y desorientado Teseo.

Del Cuaderno de notas de Manuel T. Ilustración, Minotauro, carbón de Pablo Picasso.

2 comentarios:

Natalie Sève dijo...

Aquellas pequeñas erratas, son las señales que afortunadamente evidencian nuestra humanidad... personalmente me encantan, son como sentir la respiración que toma la boca de un cantante cuando se acerca al micrófono o la sutil equivocación del dedo de un pianista..

Un beso querido Antonio!

Natalie.

Antonio Tello dijo...

Sí, la errata es como cuando procuramos el perdón diciendo "errar es humano". Sin embargo, querida Natalie, precisamente por esta naturaleza imperfecta es que aspiramos a la perfección. Es decir, acercarnos al origen. Un beso.