Lo que la escritura describe no es la realidad. Es semejanza condicionada por nuestra experiencia. A veces atravesada por un error o un equívoco. Ni siquiera la crónica ni el testimonio quedan al margen de esta circunstancia. Si escribimos «Una mujer coge una naranja en el puesto de frutas del mercado» no descubrimos ninguna realidad. Apenas un gesto. Sólo cuando volvemos los ojos a nuestro interior y descubrimos quienes somos es que podemos acceder a la realidad y registrar el gesto de la mujer que coge una fruta en el puesto de fruta del mercado y también la realidad de sus emociones y sueños.
[Fragmento del Cuaderno de notas de Manuel T.* Imagen mercado de México]
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