Entre el pueblo y
el poeta existe un pacto natural tácito. A tenor de las cualidades que la
tradición atribuye al poeta, el pueblo le cede parte de su soberanía sobre la
imaginación para que viaje a esos territorios del alma, por diversas razones,
inaccesibles para él, pero que debe conocer. A cambio por el cumplimiento de
esta misión, el poeta recibe veneración, sustento y protección porque el pueblo
entiende que este es su trabajo en la comunidad.
Durante muchos
siglos este pacto se cumplió más o menos sin sobresaltos. Sin embargo, cuando
el pueblo se desinteresó por el conocimiento de la condición humana, los poetas
se refugiaron en sectas, olvidaron su cometido y practicaron la poesía como un
pasatiempo. El oficio y la poesía se corrompieron.
La razón práctica
se impuso sobre la imaginación y, olvidado el cometido original del poeta y de
la poesía, surgió una floreciente industria poética. Gracias a una llamativa
inflación de poetas titulados, las agencias de turismo diseñaron y programaron
viajes líricos al corazón, que incluían paradas fotográficas en lugares
exóticos, playas, montañas, monumentos a caídos por la patria e incluso en
barrios sórdidos u oficinas de desempleados, y tiendas on line iniciaron la venta de poemas a la carta y de tonos y semi
tonos líricos para los teléfonos, o tiendas de poemas con servicio a domicilio.
El éxito ha sido tal que la producción de poemas ha dado lugar a géneros nuevos
que atienden a las circunstancias del consumidor, lo cual ha animado a los
empresarios a ganar parcelas de mercado en detrimento de otros productos, como
pizzas o hamburguesas.
Los poetas que
aún conservan el mandato popular, sienten como un peso insoportable la
soberanía de la imaginación, pues no les sirve para escapar del silencio en el
que cayeron al final de sus numerosos viajes. Ya no sólo ven inútil sus
atributos, sino que además, aquellos que aún leen y desean conocer las visiones
que están más allá, les niegan la retribución que les corresponde. El pacto
natural y tácito entre el pueblo y el poeta se ha roto.
Del Cuaderno de notas de Manuel T.
6 comentarios:
Algunos sabemos que una máquina jamás podrá sustituir a un poeta, a un traductor, a un creador.
Si de algo carece una máquina es de capacidad creativa.
Así pues, habrá que esperar a que pase la borrachera de nuestro siglo.
Creo que mejor es combatir la borrachera y reforzar la resistencia poética. ¿No te parece Checha?
Tienes razón, pero es ardua tarea. A muchos solo les preocupa salir del paso, con el menor costo económico posible. Para esto, las máquinas son perfectos instrumentos de lo inexacto. ¿Por qué habría de interesar un profundo análisis?.Las profundidades destapan siempre realidades incómodas, ¿no es cierto?
Sólo un verdadero poeta puede decirlo de este modo.
Un abrazo, Antonio.
Es misión del poeta destapar realidades, como dices Checha, aunque sean incómodas.
Gracias Diana por tu comentario. Siempre he procurado tener claro cual es el papel del poeta y cuál la naturaleza de su compromiso.
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