El cazador sueña con la caza. Se interna en el bosque. Nada se oye. Nada se mueve. Con el cañón del fusil aparta unas matas. Un ruido. Acaso el crujido de una rama. Despierta. La penumbra borra el perfil de las cosas en la habitación. Nada se mueve. Cierra los ojos para seguir durmiendo. Soñando. Pero enseguida los vuelve a abrir. En el alféizar de la ventana, al borde del abismo del rascacielos, un jaguar lo observa. Sus ojos se encuentran. Es el preciso instante en que la fiera se abalanza sobre él. [Del Cuaderno de notas de Manuel T.]
2 comentarios:
Nunca tuve la sensación del ataque enfurecido de un felino en mis sueños pero si he sufrido con un extraño pájaro que sobrevolaba en mi habitación y me devoraba el alma. De vez en cuando algo irrumpe y sacude nuestro "sueño". Y en contra de la Interpretación del psicoanalisis, "los sueños representan un trabajo psíquico normal lleno de sentido"(que me perdone Freud), me tranquiliza pensar que "los sueños, sueños son"- Besitos
Siempre es bueno tener mecanismos tranquilizadores frente a aquello que nos desasosiega.
En el caso del ataque del jaguar antes que un sueño es uno de los varios ejercicios literarios que hice para describir una escena que oscila entre realidad e irrealidad de El último jaguar, un cuento que me entretuvo casi diez años antes de que le diera forma definitiva.
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