Entre
el pueblo y el poeta existe un pacto natural tácito. A tenor de las
cualidades que la tradición atribuye al poeta, el pueblo le cede
parte de su soberanía sobre la imaginación para que viaje a esos
territorios del alma, por diversas razones, inaccesibles para él,
pero que debe conocer. A cambio por el cumplimiento de esta misión,
el poeta recibe veneración, sustento y protección porque el pueblo
entiende que este es su trabajo en la comunidad.
Durante muchos siglos este
pacto se cumplió más o menos sin sobresaltos. Sin embargo, cuando
el pueblo se desinteresó por el conocimiento de la condición
humana, los poetas se refugiaron en sectas, olvidaron su cometido y
practicaron la poesía como un pasatiempo. El oficio y la poesía se
corrompieron.
La razón práctica se impuso
sobre la imaginación y, olvidado el cometido original del poeta y de
la poesía, surgió una floreciente industria poética. Gracias a una
llamativa inflación de poetas titulados, las agencias de turismo
diseñaron y programaron viajes líricos al corazón, que incluían
paradas fotográficas en lugares exóticos, playas, montañas,
monumentos a caídos por la patria e incluso en barrios sórdidos u
oficinas de desempleados, y tiendas on
line iniciaron la
venta de poemas a la carta y de tonos y semi tonos líricos para teléfonos, y hasta se han abierto tiendas de poemas con servicio a domicilio [deliveris], para el consumo en fiestas, orgías, primeras citas o cenas en casa, etc.
El éxito ha sido tal que la producción tradicional de poemas -románticos, eróticos, épicos, etc.- ha dado lugar a géneros nuevos -ecológicos, de género, climáticos, animalísticos, antisuicidas, antinarcóticos, etc.- que atienden a las circunstancias del consumidor, lo cual ha animado a los empresarios a ganar parcelas de mercado en detrimento de otros productos, como pizzas, lomitos o hamburguesas.
El éxito ha sido tal que la producción tradicional de poemas -románticos, eróticos, épicos, etc.- ha dado lugar a géneros nuevos -ecológicos, de género, climáticos, animalísticos, antisuicidas, antinarcóticos, etc.- que atienden a las circunstancias del consumidor, lo cual ha animado a los empresarios a ganar parcelas de mercado en detrimento de otros productos, como pizzas, lomitos o hamburguesas.
Los poetas que aún conservan
el mandato popular, sienten como un peso insoportable la soberanía
de la imaginación, pues no les sirve para escapar del silencio en el
que cayeron al final de sus numerosos viajes. Ya no sólo ven inútiles sus atributos, sino que además, aquellos que aún leen poesía y desean
conocer las visiones que están más allá, les es negada la retribución
que les corresponde. El pacto natural y tácito entre el pueblo y el
poeta se ha roto.
Del Cuaderno de notas de Manuel T.
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