domingo, 4 de septiembre de 2011

EL SUEÑO DE PI

Playa de Long Beach, Nueva York


Pi evitaba siempre viajar a las grandes ciudades. Decía que éstas hacen olvidar al hombre su medida en el mundo, mientras que el mar, la llanura y el desierto lo sitúan en la frontera de su propia finitud. Por este mismo motivo amaba la pintura de Mark Rothko. Nadie como él había pintado con tal intensidad los límites de la existencia humana.
Como albergaba la secreta esperanza de ver algún día al artista, cuando Pi se casó, a su esposa no le costó convencerlo de que el viaje de bodas fuese a Nueva York. Él sabía que cumplir su deseo era tan improbable como conocer el número de estrellas que brillan en el cielo, pero aun así cada día que pasaba de su luna de miel sin ver a Rothko se sentía frustrado. El último día, sintiendo que el agobio de la ciudad se le hacía cada vez más insoportable, Pi convino con su mujer que iría a pasear solo a Long Beach. Frente al mar caminó varios kilómetros acompañado por el sonido de las gaviotas y el batir de las olas en la playa. Atardecía y el horizonte ya fracturaba el espacio en una zona oscura y otra rojiza, cuando Pi decidió regresar al hotel. En ese momento, como una visión surgida de una vibración del aire, vio venir hacia él un hombre arrastrando una varilla.  Al pasar a su lado, el individuo levantó la vista y sus miradas se encontraron fugazmente. Luego Pi lo vio alejarse dejando tras de sí una línea en la arena. ¿Y si aquel hombre era Rothko? ¿Y si aquella línea era un horizonte trazado para él?
Esa noche, cuando cenando en el hotel su mujer le preguntó cómo le había ido, Pi comprendió que le era imposible hablar de lo sucedido.
      -          ¿En qué piensas? –insistió ella.
      -          En la marea –respondió Pi.
     De Voces del fuego

6 comentarios:

Cristi dijo...

Excelente texto de principio a fin; hermosas letras, hermosa historia con un buen final.


Besos.

Antonio Tello dijo...

Gracias Cristi, sólo he procurado hacer una reflexión sobre el azar, la finitud, la fugacidad...

Arte Pun dijo...

Si el hombre empieza así en la luna de miel, no creo que llegue muy lejos el compromiso. Esa chica sola, en su luna de miel, y el otro buscando al tipo ese raro por la playa...
Muy interesante el texto, ya que considero que la realidad supera a la ficción, y explica muchas cosas.

Gracias por el relato. Saludos

Antonio Tello dijo...

En realidad, Arte Pun, cabe suponer que ella sabe con quien se ha casado y que quizás también es "rarita". Lo que está claro es que no estamos ante una pareja convencional. Por empezar, él se llama Pi.
Un abrazo y gracias por tu visita y comentario.

Diana H. dijo...

Me gusta mucho tu relato, Antonio. Es verdad: hay cosas que es imposible compartir en toda su magnitud con otros. Cómo transmitir a su mujer el significado que para él tuvo aquel episodio en la playa. Me voy pensando en los límites de la palabra.
Un abrazo.

Antonio Tello dijo...

Así es querida Diana, por un lado están los límites del lenguaje y por otro los límites del individuo. Pi es consciente de los límites de la existencia humana, pero no por ello deja de admirar y amar la vastedad de la que forma parte. Aunque sea incapaz de expresar su extrema fugacidad. Gracias amiga por visitarme y dejar huellas de tu paso.