No, las palabras no suenan. No son mías. No dicen lo que escribo. No me reconocen. ¿Cómo avanzar entonces en la escritura? ¿Quién ese desconocido que ahora se apropia de las palabras que hasta hace un instante eran mías? ¿O lo que oigo no es mi voz sino la voz de las palabras que se preguntan: quién es este desconocido de cuyos dedos salimos y nos entrega esclavas al orden de la gramática?
Del Cuaderno de notas de Manuel T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario