sábado, 23 de febrero de 2013

CONTRATO POÉTICO



Entre el pueblo y el poeta existe un pacto natural tácito. A tenor de las cualidades que la tradición atribuye al poeta, el pueblo le cede parte de su soberanía sobre la imaginación para que viaje a esos territorios del alma, por diversas razones, inaccesibles para él, pero que debe conocer. A cambio por el cumplimiento de esta misión, el poeta recibe veneración, sustento y protección porque el pueblo entiende que este es su trabajo en la comunidad.
Durante muchos siglos este pacto se cumplió más o menos sin sobresaltos. Sin embargo, cuando el pueblo se desinteresó por el conocimiento de la condición humana, los poetas se refugiaron en sectas, olvidaron su cometido y practicaron la poesía como un pasatiempo. El oficio y la poesía se corrompieron.
La razón práctica se impuso sobre la imaginación y, olvidado el cometido original del poeta y de la poesía, surgió una floreciente industria poética. Gracias a una llamativa inflación de poetas titulados, las agencias de turismo diseñaron y programaron viajes líricos al corazón, que incluían paradas fotográficas en lugares exóticos, playas, montañas, monumentos a caídos por la patria e incluso en barrios sórdidos u oficinas de desempleados, y tiendas on line iniciaron la venta de poemas a la carta y de tonos y semi tonos líricos para los teléfonos, o tiendas de poemas con servicio a domicilio. El éxito ha sido tal que la producción de poemas ha dado lugar a géneros nuevos que atienden a las circunstancias del consumidor, lo cual ha animado a los empresarios a ganar parcelas de mercado en detrimento de otros productos, como pizzas o hamburguesas.
Los poetas que aún conservan el mandato popular, sienten como un peso insoportable la soberanía de la imaginación, pues no les sirve para escapar del silencio en el que cayeron al final de sus numerosos viajes. Ya no sólo ven inútil sus atributos, sino que además, aquellos que aún leen y desean conocer las visiones que están más allá, les niegan la retribución que les corresponde. El pacto natural y tácito entre el pueblo y el poeta se ha roto.
Del Cuaderno de notas de Manuel T.

jueves, 21 de febrero de 2013

ESCRIBIR Y LEER COMO ACTOS DE FE

Tanto escribir como leer son actos de fe en la libertad individual. La libertad no es una abstracción y es cometido del escritor contribuir a alcanzarla a través de su escritura emancipada de las ideologías de poder. Éstas tienden a imponer una retórica realista que reduce y simplifica el discurso narrativo convirtiéndolo en una expresión superficial, maliciosamente interpretada como claridad, que escamotea la hondura de la realidad y, por lo tanto, el conocimiento y la liberación del espíritu. Por el contrario, la retórica de la libertad se vale de un lenguaje luminoso que alumbra la complejidad del mundo, señala el camino del saber y muestra las diversas dimensiones de la existencia.
[Cuaderno de notas de Manuel T.]