El peso de la luz cae sobre los párpados. Ha amanecido. La pesadilla ha quedado atrás y no quiero recordarla, pero manchas de su recuerdo flotan, como diminutos insectos, en el paisaje líquido que se abre en el interior de mis ojos. Sé, estoy sabiendo, que cuando entre en el día ya nada volverá a ser igual. Entonces ¿por qué temo abrir los ojos?
Siento el sol entrar por la ventana dándome de lleno en el rostro. Todo parece arder alrededor de mí, pero me atrinchero en este falso duermevela hasta que el calor se hace insoportable. Me incorporo. El aire lo encandece todo. El suelo arde. La cama se disuelve en las dunas y empiezo a caminar.
De Cuaderno de notas de Manuel T.